— Y esta mañana, como siempre, la muy hija de puta bajó del techo y se metió por la ventana mientras yo desayunaba. Esta vez, traía en la boca una paloma degollada que todavía movía las alas espasmódicamente. Me dio tanta impresión...
— Y... los gatos de por sí son cazadores. Y las gatas más todavía.
— Ojalá te estuviera hablando de mi gata.