Paloma,
paloma, el que no se escondió, se embroma, digo y salgo a buscarlos. Si no los encuentro,
pierdo el trabajo.
Agazapado, pegado a las
paredes, me dirijo hacia el pabellón 3. Apenas entro, uno de los presos me pone
un arma en la cabeza y me toma de rehén.
Entonces, grita piedra libre para todos mis cumpas. Uno a uno, van saliendo de sus escondites, van saliendo
a la calle. Uno a uno se van librando.